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miércoles, 6 de julio de 2011

¿QUE SON LOS MICROBIOS?


Existe la creencia bastante generalizada de que los microbios son perjudiciales para el ser humano. El calificativo popular de "microbio", de índole despectiva e insultante que se aplica a personas consideradas malvadas, habla de la extensión que aquella concepción tiene entre nosotros.

Lo cierto es que la mayoría de los microorganismos conocidos son completamente inofensivos para los seres humanos e incluso hay algunos que facilitan funciones fisiológicas vitales como la digestión de los alimentos. Las bacterias destruyen plantas y animales muertos y los convierten en humus ó materia orgánica, que aumenta la fertilidad de la tierra. Otras, transforman el nitrógeno del aire en sustancias asimilables por las plantas. El alcance benefactor de estos seres subvisibles puede llegar a grados insospechados. Mediante la labor silenciosa de los microorganismos puede llegarse a la superación de uno de los grandes dramas de la Humanidad: la provisión de alimentos a un mundo que crece segundo a segundo.

Sin duda, el mundo microbiano, todas sus posibilidades, despiertan en el niño el espíritu investigativo y crítico necesario para su formación. El conocimiento de este micromundo es una contribución más a su futuro de creador. de hombre en condiciones plenas de criticar, verificar y no aceptar fácilmente todo lo que se le proponga. Francis Galton decía:

"No se debe confiar en impresiones generales. Desgraciadamente, cuando vienen de antiguo se vuelven reglas fijas de vida, y asumen el derecho prescriptivo de no ser puestas en duda. En consecuencia, quienes no están acostumbrados a la investigación original sienten odio y horror hacia la estadística. No pueden soportar la idea de someter sus sagradas impresiones a la verificación a sangre fría. Pero es el triunfo de los hombres de ciencia el elevarse sobre tales supersticiones y desear pruebas que puedan certificar el valor de sus creencias, y poseer suficiente dominio de sí mismos para dejar a un lado con desprecio todo lo que resulte falso".

lunes, 4 de julio de 2011

La menstruación


El ciclo se caracteriza por períodos de hemorragia, conocido con el nombre de menstruación, que se producen aproximadamente cada 28 días y duran unos cuatro días. El flujo menstrual está constituido por trozos de mucosa uterina desgarrada y sangre de sus vasos. Como la mucosa uterina se destruye casi por completo durante la menstruación, después de la pérdida menstrual alcanza un espesor mínimo.

En este período, bajo la influencia de la hormona foliculoestimulante o FSH, segregada por la hipófisis, uno o más folículos del ovario comienzan a agrandarse en forma rápida y las células foliculares segregan es-tradiol. Esta hormona determina el crecimiento de la mucosa interina y al final de la primera semana, su espesor llega a la mitad del que alcanzara en ausencia de embarazo.

Estimulada por la mezcla conveniente de FSH y LH de la hipófisis, la ovulación se produce alrededor de catorce días después del comienzo del período menstrual precedente. El óvulo maduro se libera del ovario por la rotura del folículo. Las células foliculares se transforman, entonces, en el cuerpo amarillo que, bajo el estímulo de la LH de la pituitaria, segrega la segunda hormona comprendida en el ciclo menstrual: la progesterona. Esta hormona completa el desarrollo de la mucosa uterina preparándola para recibir un óvulo fecundado. Además, se encarga de poner en marcha el crecimiento de las glándulas mamarias e impide el desarrollo de folículos y óvulos adicionales.

Como ya dijéramos, si el óvulo no ha sido fecundado, el cuerpo amarillo comienza a involucionar terminando así la secreción de progesterona. Como el mantenimiento de la mucosa uterina depende de esta hormona, dicha regresión marca el principio de su rotura y el inicio del ciclo menstrual. En el ovario comienza a madurar otro folículo y se inicia así el ciclo menstrual siguiente.

Si se produce el embarazo, el cuerpo amarillo se mantiene y segrega progesterona casi hasta el momento del parto. La secreción permanente de esta hormona es necesaria para que éste pueda proseguir y si se extirpa el cuerpo amarillo, el embarazo termina inmediatamente en un aborto. La hormona del cuerpo amarillo estimula también el crecimiento de las glándulas mamarias y las prepara para la acción de la hormona lactogénica de la hipófisis, que es segregada poco después del parto y provoca la secreción de leche.

Después de que el óvulo ha sido liberado del ovario, puede ser fecundado mientras recorre
el oviducto sólo durante un breve lapso, probablemente de alrededor de 24 horas. Cuando se depositan los espermatozoides en el sistema reproductor femenino durante la unión sexual, sólo retienen su capacidad de fertilizar al óvulo por espacio de 48 horas, como máximo. El período de mayor fertilidad en los seres humanos, por consiguiente, se reduce a la época de la ovulación que ocurre, aproximadamente, en la mitad del ciclo menstrual.

jueves, 30 de junio de 2011

El aparato respiratorio: bronquios, pulmones, lobulillos y alveólos


Los BRONQUIOS son unas ramificaciones, cada vez más finas y numerosas, gracias a las cuales el-aire se distribuye por todo el ámbito pulmonar. Los bronquios gruesos tienen un aspecto semejante al de la tráquea; pero a medida que se hacen más finos, sus paredes se adelgazan.

Los PULMONES son dos masas de tejido esponjoso y elástico, que se expanden y contraen siguiendo los movimientos de la caja torácica. El pulmón izquierdo está dividido en dos lóbulos y el derecho en tres. Ambos pulmones están cubiertos por la pleura. Es ésta una membrana serosa constituida por dos hojas, una de las cuales se adhiere a las costillas y la otra al pulmón. Entre ambas hojas hay un líquido lubricante que permite el libre deslizamiento de las mismas durante los movimientos respiratorios.

Los LOBULILLOS. Cada lóbulo pulmonar se divide en lobulillos de cerca de un centímetro cúbico de volumen. Hay 800 en el pulmón derecho y 700 en el izquierdo. A cada lobulillo llega una fina ramificación bronquial, dividida en una docena de ramificaciones más finas aún: son los bronquiolos.

Los ALVÉOLOS. Se encuentran en la extremidad de los bronquiolos terminales donde forman densfos racimos. Tienen la forma de vesículas hemisféricas. Cada alvéolo se halla revestido por una red de finísimos capilares. En el breve lapso de 27 segundos, el conjunto de los capilares pulmonares recibe toda la masa de nuestra sangre, que sobrepasa los cinco litros. Para que los alvéolos, sobre los cuales se extiende esa finísima red capilar, puedan dar cabida a tal cantidad de líquido, es indispensable que su número sea muy crecido (algunos centenares de millones). Extendidos, ocuparían una superficie de 100 a 150 metros cuadrados. A través de esta enorme superficie se produce el intercambio de gases entre el aire inspirado, que llega a un lado de la membrana, y la sangre que fluye por el otro lado, dentro de la red capilar.

martes, 28 de junio de 2011

El aparato respiratorio: nariz, faringe, laringe y traquea


EL APARATO RESPIRATORIO es un conjunto de órganos cuya misión consiste en introducir el aire en el organismo y efectuar los intercambios gaseosos: el paso del oxigeno del aire a la sangre, y del anhídrido carbónico en sentido inverso.

La NARIZ es un conducto de entrada del aire en las vías respiratorias. En los vocablos que se refieren a la nariz, se encuentra con frecuencia la raíz "riño" (rinitis, otorrinolaringología, etc.). Riño deriva de la palabra griega "rin", que significa, precisamente, nariz.

Un tabique, en parte óseo y en parte cartilaginoso, divide la nariz en dos mitades, cada una de las cuales está subdividida por tres repliegues en otros tantos conductos denominados meatos. El objeto de los repliegues, que aumentan la superficie de la mucosa, es calentar y humedecer el aire, y librarlo de impurezas, gérmenes, etc. Para ello, las mucosas están ricamente vascularizadas y permanentemente humedecidas por el líquido lagrimal y por una mucosidad viscosa, de acción antiséptica.

La FARINGE es el conducto por el cual pasa el aire a los pulmones y los alimentos al estómago. Con tal objeto, se comunica por arriba con la boca y la nariz, en tanto que abajo se prolonga en dos conductos: uno, denominado esófago, que lleva los alimentos al estómago; el otro, la laringe, que es la vía seguida por el aire inspirado.

La LARINGE no es solamente un lugar de paso para el aire; es, además, el órgano de la fonación. Allí se producen los sonidos que, modulados por la lengua y los labios, se traducen en palabras. En el extremo superior de la laringe hay una membrana valvular, la epiglotis, que cierra el orificio de dicho conducto durante la deglución. De no ser así, los alimentos podrían entrar en las vías respiratorias.

La TRÁQUEA es un tubo cilindrico de 10 a 12 centímetros de largo y 2 de diámetro, al que una serie de anillos cartilaginosos mantiene permanentemente abierto para que el aire pueda pasar fácilmente.

domingo, 26 de junio de 2011

Reguladores electrónicos del corazón


Los reguladores electrónicos no renuevan nada de lo que está orgánicamente desgastado o lesionado en tan delicado mecanismo. Lo que hacen es reajustar el ritmo mediante controlados estímulos eléctricos. La presión o tensión arterial. Constituyen expresiones análogas, que denominan un mismo fenómeno. Éste consiste en el variable empuje de la sangre sobre la pared de las arterias, la que reacciona con diferente grado de tensión, a la fuerza de la presión sanguínea: cada contracción cardíaca (sístole) la eleva, determinando la presión máxima (presión sistólica), y la relajación de la diástole la disminuye, estableciendo la presión mínima (presión dias-tólica).

A comienzos del siglo dieciocho, Stephen Hales, un clérigo inglés, demostró experimentalmente que la sangre circula a presión en las arterias. Par, ello, insertó en la arteria crural de una vieja yegua, un tubo de bronce, al que adaptó un segundo tubo de vidrio de igual diámetro, en el que pudo observar la altura a que se elevaba la columna de sangie como resultado de la presión, y también las variantes producidas por las pulsaciones. (En realidad, ese tubo representaba simplemente un manómetro de sangre, en el que no era posible realizar observaciones muy prolongadas a causa de la coagulación.)

El médico puede establecer el valor de la presión sanguínea arterial, mediante el esfigmomanómetro (de esfigmos =z pulso, y manómetro, dispositivo para medir presiones), aparato que consiste en un manguito neumático, adaptable al brazo mediante un vendaje, y que puede insuflarse y desinflarse gradualmente y a voluntad. La medición se hace en términos de la presión de aire necesaria para comprimir la arteria hasta que el pulso desaparece, presión que se registra en el manómetro conectado con el manguito neumático.

Comúnmente la tensión arterial se toma en la arteria humeral del brazo izquierdo, por encima del pliegue del codo. La presión diastólica se aprecia con la ayuda de un estetoscopio colocado sobre la misma arteria, por debajo de la zona comprimida, para poder escuchar las pulsaciones. La intensidad de la presión sanguínea disminuye a causa de la fricción de la sangre circulante contra las paredes de los tubos conductores: decrece paulatinamente en el trayecto circulatorio, desde la aorta (en donde llega a 140) hasta las venas inmediatas a las aurículas (alrededor de 0).

La presión normal en el hombre, oscila entre los 120 y los 75 mm. de mercurio (máxima en la sístole y mínima en la diástole), es decir, que iguala a la presión que ejerce una columna de mercurio de las alturas respectivamente consignadas. Para asegurar la eficiencia de los procedimientos esfigmomanométricos, existe una serie de reglas, uniformadas por comités médicos especiales, reglas que se refieren no sólo a las condiciones del equipo instrumental y a la posición del paciente, sino también a los métodos para la aplicación de los aparatos, y normas para la determinación de la presión sistólica y diastólica.

viernes, 24 de junio de 2011

Actividad cardíaca


La insensibilidad del corazón al tacto, fue ya comprobada por Guillermo Harvey a comienzos del siglo XVII, luego de las repetidas observaciones que tuvo oportunidad de realizar en el conde de Montgomery, en quien era posible efectuar directamente tales experiencias, en virtud de su particular conformación torácica. Los latidos del corazón.

Dijimos ya que el latido cardíaco se origina en una zona de la pared de la aurícula derecha (en el punto en que desemboca la vena cava superior) y desde allí se propaga en todas direcciones. Esa limitada zona, denominada nodulo sinuauricular, está constituida por tejido muscular especializado, y no es otra cosa que vestigios del llamado seno venoso, presente en los vertebrados poiquilotermos. El nodulo sinuauricular (conocido también como nodulo de Keith y Flack en recuerdo de quienes lo investigaron) no sólo imprime al corazón su ritmo particular, sino que lo regula, dándosele por ello el nombre de "marcapaso".

Gobierna así, en condiciones normales, la actividad cardíaca, sin que en su desarrollo intervengan para nada estímulos de origen cerebral. Decimos que el automatismo del nodulo sinuauricular rige en "condiciones normales" al corazón, porque si ocasionalmente surgen alteraciones funcionales profundas en el marcapaso, otra particular formación muscular que también es centro de automatismo cardíaco, el nodulo, auriculoventricular, impone al corazón un ritmo especial y más lento, que se denomina ritmo nodal (aurículas y ventrículos laten simultáneamente, alrededor de cincuenta veces por minuto, a diferencia del ritmo sinusal, cuya frecuencia es de setenta y cinco a ochenta latidos en igual lapso). Una de las recientes conquistas de la cirugía y de la técnica modernas, consiste en la "instalación" en el organismo, de un diminuto regulador electrónico del ritmo cardíaco.


Merced a este estimulador automático se logra corregir la mayoría de las alteraciones de la actividad cardíaca, producidas ya por deficiencias funcionales del haz. de His, por exaltación del automatismo, por taquicardias paroxísticas o por perturbaciones en la transmisión de estímulos (bloqueos).

miércoles, 22 de junio de 2011

Sístole y diástole



La sístole dura cuatro décimos de segundo (una décima de segundo para las aurículas y tres para los ventrículos) y la diástole dura otro tanto, de manera que un latido completo dura unas ocho décimas de segundo. En los momentos de "stress" (choque) el latido puede aumentar considerablemente. Los latidos cardíacos pueden ser modificados por varios factores, como la emoción, la velocidad respiratoria, temperatura, ejercicio, el volumen de sangre que llega a la aurícula derecha y la que sale por la aorta y las cantidades de oxígeno y anhídrido carbónico en la sangre.

Señalamos antes, que el músculo cardíaco late espontáneamente en virtud de una de las propiedades fundamentales de la fibra muscular miocárdica, el automatismo, que se evidencia ya en el embrión. (En los peces, reptiles y batracios, el automatismo o actividad cronotrópica, tiene notable desarrollo: el corazón, después de arrancado del cuerpo, sigue latiendo bastante tiempo, según las especies.)

Esta característica estructural, no significa que la actividad cardíaca carezca de regulación nerviosa: el corazón, que está inervado por ramificaciones del sistema autónomo, sufre una acción inhibidora del nervio vago o neumogástrico, cuya influencia es cardiomoderadora; una acción aceleradora del simpático (acción crono-trópica positiva), y la acción sensitiva que sólo se advierte en circunstancias especiales: el eretismo cardíaco (palpitaciones), las taquicardias (aceleración del ritmo cardíaco), ambos fenómenos resultantes de estados emocionales o de drogas estimulantes, y la sensibilidad dolorosa producida por la angina de pecho.

lunes, 20 de junio de 2011

El músculo cardíaco


El músculo cardíaco es, en apariencia, estriado, pero a diferencia de las fibras musculares estriadas (voluntarias) sus fibras son ramificadas. La ramificación y entrelazamiento de las fibras vecinas forman un tejido ideal para un órgano elástico, en forma de saco, que se contrae y expande repetidamente. Es esencial que los latidos cardíacos sean uniformes y el latido de cada parte sea coordinado con respecto a las demás. Aunque el músculo cardíaco late espontáneamente (esto es, sin recibir señales nerviosas), la frecuencia de los latidos está controlada por nervios. Dos series de nervios inervan el corazón: una, parasimpática, en el nervio vago, y otra, simpática.

Los latidos cardíacos se originan en una pequeña área (el nódulo sinuaricular), en la pared de la aurícula derecha. Este nódulo se llama marcapaso del corazón, y está formado por fibras musculares especiales y fibras nerviosas del nervio vago y de un nervio simpático. Los impulsos que vienen por el nervio vago disminuyen la frecuencia de los latidos, mientras que los impulsos simpáticos la aumentan. La contracción del músculo cardíaco se distribuye rápidamente (a un metro por segundo) a través de las aurículas, de manera que ambas laten más o menos juntas.

Otra área especial —el nodulo auriculoventricular— recibe el latido de las aurículas y manda señales a lo largo de una banda de tejido —el haz de His— que se ramifica en ambos ventrículos. Éstos también laten casi juntos. La onda de contracción se distribuye a través de los ventrículos a una velocidad de diez centímetros por segundo. El músculo cardíaco tiene un largo período de relajación después de la contracción, durante el cual no puede contraerse nuevamente. Esto asegura que no comience un latido hasta que el anterior no haya terminado. El período de contracción se llama sístole y el de relajación, diástole.

sábado, 18 de junio de 2011

La presión arterial


Los vasos que llevan sangre desde el corazón se llaman arterias. Éstas se ramifican en vasos más pequeños, las arteriolas que se resuelven, dentro de los tejidos, en capilares —canales cuyas paredes tienen el espesor de una sola célula—. A causa de la repetida ramificación de los capilares en los tejidos y a la delgadez de sus paredes, las sustancias sanguíneas llegan a estar en íntimo contacto con las células, pudiendo realizarse con facilidad el intercambio de materiales. Los capilares se reúnen para formar vénulas y éstas para formar venas a través de las cuales la sangre vuelve al corazón. La sangre que corre por las venas (sangre venosa) está comúnmente desoxigenada, aunque en el caso de las venas pulmonares la sangre es rica en oxígeno.

La presión bajo la cual el corazón impulsa la sangre a través de las arterias es menor a medida que éstas se ramifican y disminuye su diámetro. Cuando la sangre sale de los capilares pasando a las venas, la presión es de apenas un décimo del valor original. Esta presión no es suficiente para impulsar la sangre de regreso al corazón.

¿Cómo hace la sangre, entonces, para llegar desde las venas al corazón? La acción absorbente del corazón es, en parte, responsable, pero no es lo suficientemente poderosa. Las mismas venas son capaces de contraerse y ayudar a impulsar la sangre hacia el corazón. Tienen válvulas que impiden el reflujo de sangre desde el corazón (las válvulas de las venas del antebrazo pueden verse como abultamientos, colocando un lazo en el brazo, justo encima del codo). Sus paredes son delgadas y nq tan musculares como las de las arterias, pero su luz o lumen es mayor. Las contracciones musculares "masajean" las venas y ayudan de este modo al flujo sanguíneo hacia el corazón.

jueves, 16 de junio de 2011

El corazón humano



El corazón humano es un músculo hueco dividido en cuatro cámaras, situado debajo del esternón y entre los pulmones. Está dividido verticalmente en dos mitades, derecha e izquierda, cada una de las cuales tiene dos compartimientos. Los compartimientos superiores se llaman aurículas (o atrios) y los inferiores ventrículos. Estos últimos tienen paredes musculares gruesas por cuya contracción la sangre es impulsada desde el corazón hacia los pulmones y hacia el resto del cuerpo.

La sangre que viene de la cabeza y el cuerpo penetra dentro de la aurícula derecha por medio de grandes venas. Luego se abre una válvula que permite la entrada de la sangre al ventrículo derecho que se contrae, impulsándola a través de un gran vaso, la arteria pulmonar, que tiene dos ramas, derecha e izquierda. Cada una de ellas corresponde a un pulmón, dentro del cual se divide en un laberinto de capilares. En ellos la sangre se reabastece de oxígeno, volviendo al corazón por las venas pulmonares, que desembocan en la aurícula izquierda.

La apertura de una válvula (aurículo-ventricular) permite la entrada de la sangre —ahora oxigenada— al ventrículo izquierdo, que se contrae, impulsándola por todo el cuerpo. Las dos aurículas y los dos ventrículos se contraen más o menos juntos de manera tal que la sangre que se dirige a los pulmones y la que va al resto del cuerpo caen juntas; pero en todo momento, la sangre rica en oxígeno (que viene de los pulmones) está separada de la pobre en oxígeno (que procede del cuerpo).