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domingo, 12 de junio de 2011

El trabajo del corazón


Mientras el corazón trabaja normalmente, sus rítmicas contracciones son apenas perceptibles. Un ejercicio violento o una fuerte emoción, aumenta en tal forma la frecuencia e intensidad de sus latidos, que pareciera querer salirse del cuerpo. Éste es un ejemplo típico de cómo algunos órganos del cuerpo cambian continuamente el tono de su actividad para satisfacer las variables exigencias de los otros tejidos. Del mismo modo que los latidos cardíacos, varía también la provisión de sangre a las diferentes partes del cuerpo.

Cuando nos movemos, aumenta el aflujo de sangre a los músculos; en su interior se abren más canales para posibilitar este incremento con el objeto de que los tejidos puedan recibir mayores cantidades de combustible y el oxígeno necesario para su combustión. Al mismo tiempo, el aprovisionamiento o flujo sanguíneo de la piel y el intestino puede disminuir. De esta manera, aunque los grandes vasos llevan sangre constantemente, los extremos del sistema pueden abrirse o cerrarse de acuerdo a requerimientos circunstanciales. No obstante, todas las partes del sistema son elásticas: el diámetro de los grandes vasos puede dilatarse o contraerse y el volumen del flujo sanguíneo aumentar o disminuir.

Sabemos que la mayoría de las sustancias presentes en la sangre, no están confinadas al sistema de vasos sanguíneos. El y los productos de oxígeno la digestión de los alimentos pasan de los capilares a los tejidos, y las sustancias de desecho, etc., hacen el camino inverso. El combustible extra (glucosa) que necesitan los músculos durante su actividad, es segregado por el hígado dentro de la corriente sanguínea. Los ríñones extraen de la sangre el material de desecho, de tal manera que la sangre que dejan estos órganos ha cambiado su composición. Es decir que también el fluido que corre por el sistema de vasos sanguíneos está sometido a continuos cambios por el ingreso y egreso de materiales.