La lombriz solitaria no tiene ni intestino ni abertura bucal; los alimentos penetran en sus tejidos a través de la piel. Este parásito es un perfecto haragán, ya que no se preocupa en absoluto de su alimentación, ni siquiera piensa en comer. Todas estas tareas se las deja a su anfitrión, el hombre; y aún diremos más: ha suprimido todos aquellos órganos que no sirven a su vida parasitaria. No posee sentidos y no se han podido descubrir más que algunos rastros de sistema nervioso. En cambio los órganos sexuales están excepcionalmente desarrollados.
Los proglótidos adultos dejan aparecer la masa ovárica en forma de ramificaciones, que difieren, según la especie, como lo indica la ilustración. Cada elemento, cuya longitud varía igualmente de acuerdo con la especie, es hermafrodita, es decir que posee los órganos de los dos sexos. Una vez llegados a la madurez, los proglótidos se separan de la lombriz, individualmente o en grupos, y abandonan el intestino.
Los embriones, que en el ínterin se han desarrollado y rodeado de una espesa membrana, quedan libres, por la decadencia progresiva del organismo que les dio origen. Pueden resistir un cierto tiempo hasta que llegan al estómago de un animal. La membrana es digerida por los jugos gástricos y el embrión liberado utiliza los vasos linfáticos o sanguíneos para encontrar un lugar propicio y fijarse al tejido muscular.
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