Para disminuir al mínimo la utilización de sangre ajena, y con ello los riesgos de contagio de alguna enfermedad, la medicina ha desarrollado técnicas de autotransfusión. La más aceptada es la criopreservación, que le permite al paciente contar con una reserva propia de glóbulos rojos.
Las transfusiones sanguíneas evitaron innumerables muertes desde su implementación como técnica terapéutica, no obstante lo cual algunas de sus complicaciones la transforman en una práctica riesgosa. La transmisión de enfermedades, pese a los mejores recaudos serológicos, es un hecho inexorable y son cada día más las patologías que pueden contagiarse de la sangre homologa o alogeneica -es decir ajena- muchas de ellas mortales. También son relativamente comunes la incompatibilidad, las reacciones transfusionales no inmunes y la sensibilización.
Además de estos problemas, la transfusión de sangre que no es la propia en algunas oportunidades puede ejercer efectos inmunosupresores -al descender las defensas del organismo- o incrementar infecciones posoperatorias.
Las transfusiones sanguíneas evitaron innumerables muertes desde su implementación como técnica terapéutica, no obstante lo cual algunas de sus complicaciones la transforman en una práctica riesgosa. La transmisión de enfermedades, pese a los mejores recaudos serológicos, es un hecho inexorable y son cada día más las patologías que pueden contagiarse de la sangre homologa o alogeneica -es decir ajena- muchas de ellas mortales. También son relativamente comunes la incompatibilidad, las reacciones transfusionales no inmunes y la sensibilización.
Además de estos problemas, la transfusión de sangre que no es la propia en algunas oportunidades puede ejercer efectos inmunosupresores -al descender las defensas del organismo- o incrementar infecciones posoperatorias.
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