Cuando una avispa nos pica, la zona se enrojece, hay dolor y ardor y, después de unos minutos, el lugar de la picadura se hincha. Pero no hay que asustarse, ya que ello es un buen signo de que el organismo ha organizado su defensa. La avispa, al picar, inyecta en los tejidos un veneno; en este caso, las arterias permiten la salida de líquido acuoso, que quita el veneno a la sangre y lo diluye.
Los tejidos, así embebidos, se hinchan de un modo poco elegante, pero el veneno se torna casi por completo inactivo. El organismo se defiende, de este modo, contra cualquier sustancia tóxica introducida en los tejidos por los agentes externos que lo atacan.
Los tejidos, así embebidos, se hinchan de un modo poco elegante, pero el veneno se torna casi por completo inactivo. El organismo se defiende, de este modo, contra cualquier sustancia tóxica introducida en los tejidos por los agentes externos que lo atacan.