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lunes, 20 de junio de 2011

El músculo cardíaco


El músculo cardíaco es, en apariencia, estriado, pero a diferencia de las fibras musculares estriadas (voluntarias) sus fibras son ramificadas. La ramificación y entrelazamiento de las fibras vecinas forman un tejido ideal para un órgano elástico, en forma de saco, que se contrae y expande repetidamente. Es esencial que los latidos cardíacos sean uniformes y el latido de cada parte sea coordinado con respecto a las demás. Aunque el músculo cardíaco late espontáneamente (esto es, sin recibir señales nerviosas), la frecuencia de los latidos está controlada por nervios. Dos series de nervios inervan el corazón: una, parasimpática, en el nervio vago, y otra, simpática.

Los latidos cardíacos se originan en una pequeña área (el nódulo sinuaricular), en la pared de la aurícula derecha. Este nódulo se llama marcapaso del corazón, y está formado por fibras musculares especiales y fibras nerviosas del nervio vago y de un nervio simpático. Los impulsos que vienen por el nervio vago disminuyen la frecuencia de los latidos, mientras que los impulsos simpáticos la aumentan. La contracción del músculo cardíaco se distribuye rápidamente (a un metro por segundo) a través de las aurículas, de manera que ambas laten más o menos juntas.

Otra área especial —el nodulo auriculoventricular— recibe el latido de las aurículas y manda señales a lo largo de una banda de tejido —el haz de His— que se ramifica en ambos ventrículos. Éstos también laten casi juntos. La onda de contracción se distribuye a través de los ventrículos a una velocidad de diez centímetros por segundo. El músculo cardíaco tiene un largo período de relajación después de la contracción, durante el cual no puede contraerse nuevamente. Esto asegura que no comience un latido hasta que el anterior no haya terminado. El período de contracción se llama sístole y el de relajación, diástole.

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