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sábado, 9 de abril de 2011

Prevención y cura del linfatismo


Frecuentemente, la constitución linfática es hereditaria. Basta entonces un estímulo leve, como por ejemplo, una inflamación, una infección común, para que aparezcan en el niño tumefacciones glandulares, estasis linfáticas, etc. Ante los primeros síntomas, la visita médica servirá para un diagnóstico seguro, al mismo tiempo que para un tratamiento adecuado. Para atacar el mal, serán útiles las curas destinadas a reforzar las defensas naturales del niño; por ello se recomienda el yodo, hierro, arsénico, vitamina D, etc.

El clima marino, con su rico contenido en yodo, es realmente favorable, lo mismo que los baños de sol (helioterapía), tomados con prudencia, la aplicación de rayos ultravioleta, la vida al aire libre y una moderada práctica de los deportes. La alimentación debe ser completa, sobre todo a base de arroz, pastas, carnes, pescados, legumbres, verduras, frutas fresca y seca, leche, manteca, queso, crema y huevos.


El linfatismo no curado puede acarrear una serie de complicaciones: predispone a los catarros bronquiales, al asma, a las infecciones e incluso a las alteraciones cardíacas; la piel adquiere una permeabilidad mayor y es atravesada sin dificultad por numerosos gérmenes patógenos, como por ejemplo el bacilo de la tuberculosis.

Por otra parte, incluso la inteligencia del niño se resiente, tiene poca memoria, sufre un exceso de sueño, y no es capaz de prestar una atención prolongada. De allí que estos malestares repercutan también en los estudios. Por eso cuando nos encontramos con un niño que no aprovecha debidamente en el colegio, convendrá controlar su estado de salud. Y en este sentido no está de más ponderar la importancia del papel que cumple el médico de familia como valioso auxiliar en la labor pedagógica de la escuela.

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